Las sorpresas al seguir tu intuición
Esa mañana no tenía plan alguno.
Solo sabía que quería ir a la playa.
Estaba visitando a una amiga en un lugar nuevo y tenía unas horas para mí mientras ella trabajaba. Abrí el mapa en Google Maps y vi que tenía varios pins de playas en el área. Escogí una que tenía una foto que me gustaba: una playa con un muelle largo que, aunque decía que estaba cerrado por los daños del último huracán, me llamaba la atención.
Tan pronto vi el muelle en la foto, algo en mi gut feeling me susurró: ve ahí.
Llegué y encontré parking fácilmente.
Pagué por la primera hora, pensando que solo me quedaría unos minutos para ver la playa y leer.
Apenas me senté en la arena, vi unas cabecitas moverse en el agua. Cuando me acerqué un poco más, me di cuenta de que era una familia de delfines. De hecho, eran tres familias, y parecía que las mamás estaban enseñándoles a sus crías a cazar.
Y ahí me quedé por horas.
Entré en una especie de meditación mirando cómo los delfines bebés saltaban, giraban, se hundían y volvían a salir.
No podía dejar de mirarlos.
Lo más bonito fue ver cómo la playa completa se detuvo.
Cuando llegué, estaba casi vacía. Pero poco a poco, otras personas fueron acercándose al agua. Y tan pronto veían los delfines, se quedaban en la playa, también mirándolos.
El agua estaba fría (y quien me conoce sabe que yo no soy de meterme en agua fría si no es necesario), pero quería estar un poco más cerca.
En eso me puse a hablar con una madre e hija que viven en el área. Me contaron que siempre hay delfines en la zona, pero que nunca los habían visto así: tantas horas bailando, saltando, haciendo un verdadero show frente a todos.
“Nunca había sido tan impresionante”, me dijeron.
Y lo fue.
Irónicamente, no todos lo notaban.
Algunas personas llegaban, recogían uno que otro caracol, tomaban fotos del mar y seguían caminando.
Una mujer me vio mientras estaba aún hasta la cintura en el agua. Se metió de cabeza y, tan pronto salió, me preguntó si tenía algún problema con el agua.
“Es que hay un montón de pececitos y pensé que te molestaban. No te preocupes, no hacen nada”, me dijo sonriendo.
Lo curioso es que yo ni siquiera me había fijado en los peces.
“Estoy mirando a los delfines”, le respondí.
Ella no se había percatado de ellos porque estaba demasiado enfocada en los peces. Y me quedé pensando.
Ambas estábamos enfocadas en cosas completamente distintas, aun cuando las teníamos justo frente a nosotras.
Cuántas veces en la vida pasa algo similar.
Nos enfocamos tanto en lo que estamos haciendo, en lo que “deberíamos” mirar, que no nos percatamos de lo que ocurre a nuestro alrededor.
¿Quién hubieras sido tú en esta historia?
Ninguna de las dos estaba equivocada, simplemente estábamos viendo cosas distintas.
Tan pronto me percaté de los peces también me puse a mirarlos, y ella también se detuvo a ver los delfines.
Y yo, por mi parte, me alegro de haber seguido mi intuición.
De haber llegado a esa playa.
Aunque fuera solo para detenerme, mirar y tener una experiencia tan bonita.
¿Cuándo fue la última vez que algo simple te sorprendió?
Algo cotidiano que te recordó lo viva que está la vida, incluso en medio del ruido, las rutinas o las prisas.
Si sientes que hace tiempo no te das ese espacio para mirar, respirar y reconectar contigo, te invito a conectar conmigo en directo en Instagram (@andrea.sofia.alemany) y descubrir cómo podemos trabajar juntas en coaching y breathwork.
Te espero por allá, para recordarte, juntas, la magia que ocurre cuando te detienes a respirar.




Que experiencia tan linda ver los delfines <3