Entramos al último tramo del año.
El cuarto quarter.
Esa etapa en la que el cuerpo empieza a pedir pausa.
Esas mañanas en las que se hace más difícil salir de la cama porque el sol aún no ha salido.
El otoño llega como recordatorio de que también nosotros podemos soltar hojas, volver adentro, reflexionar sobre lo que hemos vivido este año y lo que queremos aún crear.
Y, sin fallar, esa mente perfeccionista se pregunta cuánto tiempo queda.
Y quizás ahora, más que fijar nuevas metas, más que preguntarnos si llegaremos con ánimo a la recta final, se trata de volver a conectar con el por qué detrás de ellas.
A veces creamos metas desde el ruido.
Desde lo que escuchamos que “deberíamos” querer.
Desde lo que nuestros padres esperan, lo que la sociedad celebra o lo que vemos en redes sociales que funciona para otros.
Y, sin darnos cuenta, empezamos a perseguir sueños e ideas que no necesariamente nos pertenecen.
He aprendido que no se trata de tener metas “perfectas”, sino de crear metas conscientes y sostenibles -metas que se adhieran a nuestra vida, a nuestro ritmo, a la manera en que realmente queremos sentirnos.
Entramos en la recta final del año, pero aún tienes tiempo para florecer.
Al establecer metas nuevas sentimos ese rush de dopamina.
Esa emoción inicial de visualizar todo lo que podríamos lograr.
Pero luego llega la parte difícil: sostenerlas.
Y ahí es donde muchas veces nos perdemos, no porque nos falte disciplina, sino porque nunca conectamos con la raíz emocional detrás del deseo.
Por ejemplo, quizás no se trata de llegar a un número en la balanza, sino de sentirte con más energía durante el día.
Quizás no se trata de meditar todos los días, sino de sentirte más en calma y poder compartir con tus hijos o con tu pareja desde la presencia, y no desde algo más en el to-do list del día.
Por eso, este cierre de año puede ser una invitación consciente.
Lenta. Una que tome tres meses.
Una oportunidad para ensayar cómo te quieres sentir cuando esas metas se cumplan.
Para practicar hoy los pequeños hábitos que te acercan a esa versión de ti que ya está en camino.
Pregúntate:
¿Qué tipo de persona seré cuando haya alcanzado eso que deseo?
¿Qué hábitos sostendría?
¿Cómo se siente ese “yo” que ya lo logró?
Este es el momento del año en que el cuerpo pide ir más lento.
En que el alma susurra lo que necesita soltar antes de comenzar de nuevo.
Y quizá la verdadera meta ahora no sea “hacer más”, sino escuchar más.
Escuchar lo que ya no se siente alineado.
Escuchar lo que pide espacio, simplicidad, presencia.
Porque cuando volvemos a ese lugar interno -adentro, simple, las metas dejan de ser una lista por cumplir y se convierten en un reflejo de quién somos en esencia.
Y desde ahí, desde ese adentro, todo lo que hacemos se siente más auténtico y alineado.
Si te resuena esta energía de introspección, te invito a escribirlo:
¿Qué metas son sostenibles para mí en los próximos tres meses?
¿Por qué quiero lograr esto realmente?
¿Qué dice la versión de mí que ya lo tiene?
No tienes que esperar al nuevo año.
Puedes empezar hoy, con intención, con presencia, con un pequeño paso que se sienta tuyo.
Y si sientes el llamado a ir más profundo, a respirar espacio dentro de ti antes de comenzar lo que viene, te invito a unirte a mi próximo encuentro mensual de Club Respiro: Breathwork en comunidad.
Será un espacio para reconectar contigo, soltar lo que ya no pertenece y crear desde la calma.